El fenómeno de la migración, sea cual haya sido su causa, forma parte de la humanidad como un elemento intrínseco a su historia. En todos los casos responde a una determinación individual con el objetivo de la búsqueda de vidas mejores y/o huir de situaciones de adversidad.
La sociedad vasca no ha sido ajena a esta realidad y podemos remontarnos varios siglos atrás para comprobar que ha habido circunstancias variadas que han provocado esta circunstancia. Y en la actualidad, si bien se sigue produciendo este goteo de migración hacia el exterior, son diversas las causas que derivan en la llegada de personas que tienen el deseo, energía y la capacidad de mudarse a querer vivir entre nosotros y nosotras. Estamos por lo tanto (llevamos unos años) en una nueva era, que a su vez suponen nuevos retos, y por qué no decirlo también, nuevas oportunidades. Circunstancias que generan incertidumbre en algunos ámbitos sociales que requieren de ampliar miradas, generosidad, mayor cooperación y acción colectiva.
Entendemos que es necesario ubicar la causa de los procesos migratorios. Ubicarlos en seres humanos que buscan o necesitan esperanzas de vida que en sus lugares de origen carecen. Ubicarlos en el contexto de que todos y todas somos seres humanos que nos merecemos lo mejor para las vidas que nos ha tocado vivir. Y en este sentido, hablamos de 272 millones de personas migrantes internacionales, con derechos a una vida digna sin exclusión.
Hablamos de integrar, compartir, aprender, fusionar, cocrear, aglutinar, mezclar, respetar,… lejos de estados de comodidad y miedo que impiden crecer y evolucionar como sociedad.
El 18 de diciembre no es sólo una echa más; es un día para reflexionar, comprender y pasar a la acción.
